Entre el sueño y mi boca
el precipicio negro cae.
Se amiela menguante en clave morsa,
se viste de agosto sin idiomas,
parece no respirar y agita su nombre.
Hipnotiza la danza fúnebre de mis seres.
Calca de uno en uno los silencios.
Cae desde sus ojos de mandala.
Baila en su pupila y se borra con el llanto.
Vuela frente a sí misma deshecha de mar.
Rie sin eco,
solloza sin aliento,
se queda abrazada a la pata de palo de sus espantos,
así,
bebiendo el té ciego,
sangrando en mi delirio...
Siempre me sorprende, como me gusta la poesía femenina, es espectacular! Besos.-
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